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Bajo la autoridad de un impío

2020-11-21

"Cuando los justos triunfan, el pueblo se alegra; cuando gobierna el impío, el pueblo gime" (Proverbios 29:2).

<p>Adolf Hitler nació en 1889 en Branau am Inn (Austria). Tuvo una infancia rodeada de situaciones complejas. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, se alistó de inmediato en la 16° reserva del regimiento de infantería bávaro, donde combatió a lo largo de la contienda. Sus actos de valor le valieron ser condecorado con la Cruz de Hierro en diciembre de 1914. En octubre de 1916 fue herido por el gas mostaza. Mientras estaba hospitalizado, se anunció la rendición de Alemania y el fin de la guerra en 1918. Posteriormente, sus fuertes convicciones nacionalistas lo llevaron a involucrarse en movimientos políticos que clamaban por el resurgimiento de una Alemania hundida en la miseria y humillada por sus enemigos. Sus actitudes carismáticas y sus apasionados discursos encantaron a un pueblo alemán necesitado de líderes. Hitler fue canciller y presidente de Alemania entre 1933 y 1945. Pero nadie se imaginó jamás el terremoto bélico que este hombre iba a ocasionar. Uno de los que logró vislumbrar el desastre que se avecinaba fue Albert Einstein, el brillante científico alemán, quien, ante el ascenso del nazismo, huyó de su país a los Estados Unidos en 1932.</p>

<p>El líder alemán estableció un verdadero régimen de terror donde no cabían quienes pensaban diferente a sus propuestas. Creó toda una maquinaria de publicidad para que el pueblo avalara sus temerarias medidas, como sus políticas de "higiene racial", enviando a opositores, judíos, homosexuales y débiles mentales a campos de exterminio. Paradójicamente, muchos de sus seguidores lo consideraban un verdadero redentor de la patria. Hitler condujo a Alemania lo consideraban un verdadero redentor de la patria. Hitler condujo a Alemania a la Segunda Guerra Mundial, que dejó un saldo de entre cincuenta y cinco y sesenta millones de muertos, de los cuales casi la mitad fueron civiles, además de seis millones de judíos que fueron asesinados en campos de concentración.</p>

<p>El resentimiento, el odio y el deseo de venganza nunca son buenos ingredientes para construir una nación. Dichos sentimientos causarán muchas injusticias contra sectores opuestos a quienes ejercen el poder y pueden detonar verdaderas masacres. Más bien, las naciones han de edificarse sobre la base de valores que favorezcan la sana convivencia y la prosperidad de los ciudadanos, las cuales hagan de su paso por este mundo un camino más atractivo y llevadero.</p>

<p>¿Qué sucederá con aquellos que abusan del poder y cuyo liderazgo causo tanto daño? La Biblia responde: "A mí me corresponde tomar venganza; ¡en su momento caerán, y les daré su merecido! Ya se acerca el día de su aflicción; ¡pronto viene lo que les tengo preparado!" (Deuteronomio 32:35).</p>