Un joven con un futuro prometedor
2020-10-17
"Es mejor lo poco, con el temor del Señor, que lo mucho, con muchos problemas" (Proverbios 15:16).
<p>Moisés tenía un futuro prometedor en el gobierno egipcio. Esta nación era la superpotencia que dominaba el plano político, económico y militar del mundo antiguo. Sus niveles de civilización superaban notablemente a las primitivas formas de organización hebreas. Además, la educación egipcia rebasaba a sus vecinos de la época. En ese marco, Moisés vivía en un lugar privilegiado de aquella sociedad. En las instituciones pedagógicas de Egipto, el futuro líder de Israel se convirtió en todo un atleta: se formó en una gran variedad de juegos y habilidades, entre ellos la lucha cuerpo a cuerpo, la pelea con palos, el juego de pelota (en su modalidad para varones), el manejo de cuchillos, entre otros. Además, desarrolló el aspecto intelectual aprendiendo las dos formas de escritura que se usaban en Egipto: la jeroglífica y la hierática; asimismo, recibió lecciones de aritmética, música, canto, por mencionar algunas.</p>
<p>Probablemente fue enviado a una de las dos universidades egipcias: Heliópolis y Hermópolis; una de ellas estaba ubicada en la orilla oriental del Delta, a unos 32 kilómetros al norte de Memfis; la otra se encontraba en el valle del Nilo entre Memfis y Tebas. Según la traición, Moisés estudió en Heliópolis puesto que estaba más cerca de Memfis y porque, para cualquier joven hebreo, tenía una atracción particular: la conexión entre su casta sacerdotal y el patriarca José (Génesis 41:45). Heliópolis era la Oxford del antiguo Egipto, la capital de la erudición de aquella poderosa nación. Además, en el centro de aquel plantel de educación superior se encontraba el templo del sol. Ahí aumentó sus conocimientos y recibió cátedras de literatura, especialmente poesía, astronomía, religión egipcia, leyes, medicina y, por supuesto, filosofía de los símbolos.</p>
<p>¡En realidad tenía un futuro sensacional! ¡Su vida transcurría de una manera muy atractiva! No cabe duda de que una de las mejores decisiones de sus padres había sido colocarlo en aquella canasta que fue encontrada por la hija del Faraón en el río. Pero un día tuvo que tomar una difícil decisión. Lo dejó todo por servir al Padre celestial. Aceptó que era un hebreo que tenía una misión redentora en este mundo. En realidad, había una enorme diferencia entre ser el monarca de la primera potencia del mundo y el líder de un pueblo que acababa de salir de la esclavitud. Pero Moisés no se equivocó. He aquí el secreto de su éxito: "Por la fe salió de Egipto, sin temor a la ira del rey, y se mantuvo firme, como si estuviera viendo al Invisible" (Hebreos 11:27).</p>