Las malas decisiones trastornan la vida
2020-10-05
"La justicia protege al de camino perfecto; la impiedad trastorna al pecador" (Proverbios 13:6).
<p>Mi abuela fue una ferviente cristiana gran parte de su vida. Siguió los principios del evangelio como se los enseñaron y así lo transmitió a su familia. Pero un día enfermó y su fuerza y energía para participar en los programas de la iglesia se agotaron paulatinamente. Mis padres la internaron en el hospital, donde permaneció poco más de un año. Todos los días yo iba a visitarla al salir de la escuela. Allí estaba ella, viviendo en el frío ambiente de un centro médico, luchando con su deteriorada salud. Después, mi madre me llevaba a casa. La situación de la anciana era muy compleja. No obstante, al llegar el sábado anunciaba su deseo de asistir al templo. No importaban las explicaciones ni los argumentos para que permaneciera en el hospital: nada la hacía cambiar de opinión. Había que conseguir pases de salida, una furgoneta y cinco varones para trasladarla. Al llegar a la iglesia su corazón se renovaba y las lágrimas corrían por sus mejillas. Ahí estaba en la congregación con su andador y su vestido de sábado, cantando sus entrañables himnos y adorando a su Padre celestial. Luego se disponía a regresar al sanatorio con una sonrisa en su rostro.</p>
<p>En el capítulo 2 del Evangelio según Marcos, la Biblia presenta el caso de un enfermo que anhela fervientemente ir a Jesús. Sus malas decisiones en cuanto a su estilo de vida lo habían conducido a la enfermedad. Era consciente de que su intemperancia lo tenía postrado en cama. Sin embargo, aunque no podía valerse por sí mismo, sabía que Jesús tenía la facultad de sanarlo. Así que tenía que convencer a otras personas para que lo llevaran al Médico divino. No sabemos cómo lo hizo, pero logró persuadir a cuatro personas para que no solamente cargaran su camilla hasta la casa donde predicaba el Señor, ¡también las convenció para que quitaran una parte del techo y lo introdujeran ante la presencia de Cristo! ¡Ese hombre sí que tenía el don de la persuasión! ¿Pero por qué tanto interés en ver a Jesús? Necesitaba que el Salvador perdonara sus malas decisiones que lo habían conducido a la enfermedad. Y cuando estuvo delante de él, ni siquiera tuvo que hablar: Jesús leyó su corazón y le otorgó el perdón.</p>
<p>Jesucristo conoce las preocupaciones de tu corazón. No te quedes ahí tan tranquilo. Haz todo lo que esté a tu alcance para mostrar al Señor tu deseo de obtener el perdón de tus malas decisiones. Ni siquiera una enfermedad te puede detener para entregarte al Señor. Dile que lamentas tu mal proceder y solicita su perdón. Hoy es el día.</p>