Dime a dónde debo ir
2020-10-02
"Son muchas las ideas del corazón humano; solo el consejo del Señor permanece" (Proverbios 19:21).
<p>Tomar decisiones no es nada fácil. Cuando eres joven hay tres grandes decisiones que marcan el rumbo de la vida: qué vas a estudiar, en qué vas a creer y con quién te vas a casar. En más de una ocasión, jóvenes de ambos sexos me han preguntado al respecto cuando se hallan ante dichas preguntas. También es cierto que mucha gente no sabe qué hacer con el libre albedrio y deposita en otros la responsabilidad de elegir, desperdiciando así el uso de una libertad por la que Jesús murió.</p>
<p>Cuando estudiaba el último año de teología en el seminario de Montemorelos (México), tenía la ilusión de ir a servir como pastor al noroeste del país, cerca de mi familia. Ya había imaginado mi vida por aquellas desérticas tierras, incluso mi padre me había conseguido un coche adecuado a esos terrenos para después de la graduación. Pero, finalmente, llegó el día en que los líderes de la Unión del Norte nos citaron para informarnos a dónde iría cada graduado. Me habían asignado la Ciudad de México. ¿Cómo? ¡No podía creerlo! Muy pocos pastores estaban dispuestos a ser ministros en una urbe de más de veinte millones de habitantes. Ni siquiera pude hacer un comentario. Agradecí el llamamiento y lo acepté. Pero mi corazón estaba destrozado y un par de lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Aquella tarde informé a mi padre de que nuestros planes se habían venido abajo.</p>
<p>Te confieso que durante varios años no entendí por qué Dios me había llevado a la Ciudad de México. Pero este lugar, que en la televisión es presentado como un sitio sumamente violento, se convirtió en un espacio que me brindó grandes oportunidades en mi ministerio pastoral. Allí disfruté de muy buenas universidades, bibliotecas, librerías, museos y un ambiente cultural envidiable. En realidad, la Ciudad de México es una de las grandes capitales de América Latina. Por si fuera poco, allí conocí a mi esposa. Hoy profeso un profundo cariño a esta ciudad. Dios no se equivocó.</p>
<p>¿Hay alguna decisión que agobia tu mente? ¿No estás seguro si debes adquirir esa deuda? ¿Te gustaría saber si debes mudarte a otro lugar? ¿Te sientes inquieto por la incertidumbre? Dios tiene la respuesta. Dobla tus rodillas. Dile lo que sientes. Él te responderá. Lo ha prometido. Confía en él. Te aseguro que es mucho mejor seguir los planes de Dios que los tuyos. Aunque al principio la situación parezca desconcertante, al final te darás cuenta de que el Señor siempre tiene la mejor opción.</p>