El precio de una mala educación
2020-09-29
"Si desde niño el amo consiente al siervo, al final el siervo será su amo" (Proverbios 29:21).
<p>En 1749, la Academia de Dijón, en Francia, ofreció un premio al mejor ensayo sobre un interesante tema: "¿Ha contribuido el progreso de las artes y de las ciencias a la corrupción o a la purificación de la moral?" El ganador del concurso fue Juan Jacobo Rousseau, quien a través de su ensayo "sostenía que las artes y las ciencias habían llevado a la corrupción de la moral" (Bowen y Hobson, <em>Teorías de la educación,</em> México: Limusa, 1997, p. 121). Las declaraciones de Rousseau sacudieron a la sociedad francesa. Posteriormente, este hombre modificaría las perspectivas pedagógicas de la época y escribiría en 1762 su principal obra: <em>Emilio.</em> En sus escritos cuestionaba severamente la educación tradicional acusándola de ser uno de los principales factores de la infelicidad humana.</p>
<p>La educación tiene una importancia fundamental en el destino de los pueblos. Equivocarnos en esta cuestión acarrea serias consecuencia negativas, entre ellas, la mencionada por el versículo de este día: ser gobernados por los menos competentes. Pero todo comienza cuando consentimos someternos a las órdenes de un niño quien, a través de sus berrinches, rabietas o lloriqueos, empieza a asumir el liderazgo de una casa o una escuela para imponer sus directrices. En el futuro, ese niño se convertirá en un adulto que utilizará la manipulación para someter a su cónyuge, sus amigos, sus compañeros de trabajo y hasta sus hermanos en la fe, a su voluntad, bajo la amenaza de armar algún tipo de escándalo si no se siguen sus indicaciones.</p>
<p>Elena de White dice al respecto: "Cada niño que no es disciplinado cuidadosamente y con oración, será desdichado en este tiempo de prueba y formará tales rasgos desagradables de carácter, que el Señor no podrá unirlo con su familia celestial. Hay una enorme carga que debe ser llevada a lo largo de toda la vida de un niño malcriado. En las pruebas, en los desengaños, en la tentación, seguirá su propia voluntad indisciplinada y desencaminada. Los niños a los que se les permite que hagan lo que quieren, no son felices. El corazón rebelde no tiene dentro de sí los elementos de paz y satisfacción. Deben disciplinarse la mente y el corazón y ponerse bajo la debida restricción a fin de que armonice el carácter con las sabías leyes que gobiernan nuestro ser. La inquietud y el descontento son los frutos de la complacencia y el egoísmo" (<em>Conducción del niño,</em> p. 199).</p>
<p>Pide hoy al Señor que te ayude a respetar a quienes tienen autoridad.</p>