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No todo resulta al primer intento

2020-08-10

"Enojo lento, gran inteligencia; espíritu impaciente, demasiada necedad" (Proverbios 14:29).

<p>Guillaume Farel (1489-1565), uno de los grandes hombres de la Reforma protestante en Suiza, estaba empeñado en proclamar en Ginebra las enseñanzas bíblicas. Si lo lograba, haría de esa población el centro de la Reforma para países como Francia, Suiza e Italia. Para ello, había estado predicando en los pueblos circunvecinos con gran éxito. Así, un buen día decidió entrar en Ginebra, pero únicamente le permitieron predicar dos sermones. Posteriormente, fue amenazado por sacerdotes armados y llevado a un consejo eclesiástico, donde una multitud enardecida lo esperaba fuera de la sala para matarlo. Logró salir vivo gracias a la presencia de los magistrados y una fuerza armada. El intento del gran reformador por ganar Ginebra para la causa protestante había fracasado.</p>

<p>Pero los reformadores no se detuvieron ahí. Ahora llegaría el turno para Antoine Froment, uno de los discípulos de Farel. En realidad, era un joven de una apariencia tan irrelevante que incluso sus propios compañeros lo trataban con frialdad. No obstante, él estaba empeñado en conquistar Ginebra para Cristo. En 1532 fue por primera vez a Ginebra y abrió una escuela donde enseñaba religión. La anunciaba con carteles que decían: "Ha llegado un hombre quien en un mes enseñará a cualquier persona, grande o pequeña, hombre o mujer, a leer y escribir francés; quien no lo aprenda durante este tiempo no necesita pagar nada. Él también sanará muchas enfermedades sin coste alguno". La gente acudió masivamente a buscarlo. Froment era un excelente maestro y convirtió sus clases en discursos y sermones. ¡La semilla se estaba sembrando! Posteriormente, decidió predicar en plazas públicas. En diversas ocasiones fue interrumpido por sacerdotes armados y obligado a huir por la policía a escapar de noche para salvar su vida. Pero regreso una y otra vez (Philip Schaff, History of the Christian Church, t. 8, Peabody: Hendrickson Publishing House, 2002, p. 253).</p>

<p>Antoine Froment, el muchacho sencillo y sin grandes atributos físicos, tuvo gran éxito proclamando el evangelio en Ginebra. Ayudó a Farel, Viret y Calvino en la causa protestante. Él no se concentró en sus carencias ni se sentó a "lamerse las heridas" cada vez que lo echaban de la ciudad o lo amenazaban airadamente. Más bien, perseveró en su objetivo de proclamar el evangelio en Ginebra, ¡y obtuvo un fruto extraordinario!</p>

<p>Alcanzar los objetivos no depende de la capacidad intelectual de una persona ni de su apariencia física o su condición social. Aquellos que perseveren en nobles propósitos, sin importar quiénes sean, conseguirán lo que buscan tarde o temprano. El secreto está en no rendirse.</p>

<p>Esta mañana pide al Señor que te ayude a intentar de nuevo aquello que aún no has conseguido.</p>