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Somos frutos de una relación

2020-02-10

"La mujer ejemplar hace de su marido un rey, pero la mala esposa lo destruye por completo" (Proverbios 12:4, DHH)

<p>El desarrollo económico y democrático de las sociedades contemporáneas le ha dado a la gente una de las mejores etapas de bienestar de la historia de la humanidad, al menos en los países occidentales. La autonomía y la indepen-dencia han pasado a ser uno de los principales rasgos de hombres y mujeres. Sin embargo, se han perdido valores como la cooperación, el espíritu de servicio y la abnegación, lo cual ha complicado mucho el desarrollo de las relaciones interpersonales, en especial, el matrimonio.</p>

<p>Muchos jóvenes tiene una idea novelesca del matrimonio. Sueñan con encontrar la pareja perfecta y casarse con la persona de sus sueños, alguien que cumpla todos sus caprichos y se dedique a servirles el resto de sus vidas. Lo cierto es que esa persona no existe. De ahí que muchos matrimonios terminen en divorcio.</p>

<p>Pero cuando alguien parece cumplir con los elevados estándares como para hacer un compromiso matrimonial, frustra las esperanzas de su pareja al poco tiempo de celebrarse la boda, pues la convivencia cotidiana deja ver los defectos personales. El desencanto matrimonial es algo común en la vida conyugal. La novedad en este tiempo no es el divorcio, sino la profundidad de la desilusión que experimenta la gente y la rapidez con la que se fulminan muchos matrimonios. Es posible que durante el noviazgo se construyeran demasiadas expectativas sobre la pareja que estaban muy por encima de cualquier ser humano.</p>

<p>Lo cierto es que las relaciones interpersonales transforman nuestras vidas. Somos el fruto de la convivencia con los demás. Nuestros cónyuges son el resultado de lo que nosotros hemos construido. Por supuesto, nada tienen que ver con la persona que conocimos y de la que nos hicimos novios. Esas personas ya no existen. Son completamente diferentes porque la convivencia matrimonial los ha convertido en lo que ahora son.</p>

<p>El versículo de esta mañana nos da una muy buena solución para construir hogares sólidos: concentrarse en el desarrollo del cónyuge, es decir, transformarlo en una persona de bien. Los seres humanos somos los alfareros de nuestras parejas y a lo largo de los años vamos construyendo nuestra propia realidad matrimonial.</p>

<p>No sueñes con un matrimonio donde tu pareja tenga que cumplir tus caprichos. Mejor piensa desde ahora cómo lograrás transformarla en todo un rey o una reina.</p>