Cuidado con la discriminación
2020-01-12
“El falto de cordura menosprecia a su prójimo; el hombre prudente sabe guardar silencio” (Proverbios 11:12).
<p>Mario Vargas Llosa, el lúcido escritor peruano, describe las brutalidades del colonialismo durante finales del siglo XIX y principios del XX en <em>El sueño del celta</em>. El personaje principal, Roger Casement, decide partir a África para colaborar en el “progreso” y el avance de estas tierras, convencido de que Occidente está llamado a compartir su desarrollo con las regiones más atrasadas del planeta. Sin embargo, con el paso de los años se da cuenta de una realidad muy distinta. El brillante literato deja ver cómo una ideología radical puede conducir a seres civilizados a realizar actos de barbarie en contra de pueblos con costumbres diferentes.</p>
<p>Visité el Museo del Holocausto de Dallas (EE.UU.) hace un tiempo. El lugar es pequeño pero muy significativo. Ahí se narra cómo disidentes políticos, líderes religiosos, así como personas de cultura o antecedentes judíos, fueron llevados a campos de concentración ubicados en diversas partes de Europa para ser aniquilados por considerarlos un peligro para una supuesta raza superior, a saber, los arios. La experiencia es escalofriante. El museo exhibe desde objetos personales que pertenecieron a víctimas del Holocausto hasta un vagón donde se transportaron prisioneros a los campos de exterminio. ¿Cómo es posible que un ser civilizado justifique tal barbarie? ¿En qué momento el cerebro pierde el sentido del respeto para dar lugar al salvajismo? ¿Hasta dónde se tiene que llegar para que la insensibilidad se apropie de las decisiones humanas? ¿Cómo se puede blindar la mente para cometer atrocidades de esa naturaleza?</p>
<p>Cualquier ideología que nos conduzca a sentirnos superiores a los demás está fuera de lugar. Lo anterior incluye las perspectivas políticas y religiosas. ¿Pero por qué es tan importante promover la tolerancia? Porque los seres humanos somos proclives a repetir los errores del pasado. Preferimos los extremos -o las imposiciones recalcitrantes que aplastan la dignidad de los demás con el pretexto de “purificar” a una comunidad, o las innecesarias actitudes atrevidas que ponen en peligro nuestra propia identidad- en vez de buscar el equilibrio. Tales circunstancias facilitan la polarización de una sociedad.</p>
<p>No podemos aceptar la segregación de una minoría social, aunque estemos en las antípodas de sus ideas. Su derecho a disentir garantiza el nuestro de conservar nuestras perspectivas religiosas o políticas. Es mejor construir una cultura del respeto y la tolerancia hacia los demás, cuyo principio yace en las palabras de Jesús, quien dijo: “Así que en todo tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros. De hecho, esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12, CST).</p>